Nuestro diamante mandarín

Hoy cumple quince años la persona más importante de mi vida: Ricard. Nuestro diamante mandarín.



Tiene sentido que lo denomine así: diamante.  Al igual que llamarlo Raj, o príncipe -Su Real Majestad es el gato- o que use varios giros maravillosos para hablar de él. Siempre estamos discutiendo, sin parar. Pero es positivo que haga eso porque muestra que su cerebro trabaja incesantemente; es un buscador empedernido, muy curioso y ávido de conocimientos. Si por él fuera no dejaría, a la vez, de mirar los documentales de televisión mientras busca todos  los conceptos que está escuchando en Google y leer algún libro que sostiene sobre sus piernas.





Ricard, mi diamante mandarín



El nombre completo de Ricard es Ricard Arnau Jaume. El anagrama forma la palabra RAJ que, en la India es la denominación  de gobierno. (Habrán escuchado hablar del "Rajá").  También significa "paraíso". Ya, de por sí, su concepción fue un milagro porque teníamos problemas para ello. Se lo pedí a la Virgen de Montserrat, a santa Marta. En fin: llegó en su momento: justo cuando nadie lo esperaba. Así es Ricard: sorprendente. Y eso que a él no le gustan las sorpresas. Ahora, ya, sí.



De otra parte esa denominación de Diamante Mandarín viene de un suceso muy curioso. Ricard era un riquísimo bebé recién nacido que jugaba, en su cuna, con unas bolitas de colores que yo le había colgado. Así se mantenía entretenido y me dejaba un poquito de libertad. Pero me pasaba el tiempo mirándolo jugar, descubriendo el mundo, como si se lo quisiera comer con los ojos. Y aún continúa teniendo esa afición.



Una tarde teníamos la persiana cerrada casi en su totalidad. Había dejado una rendija en la parte inferior y varias en la parte central de manera que entraran la luz y el aire pero no el calor y los resplandores del sol a media tarde. Súbitamente escuchamos unos cantos y dos pajarillos blancos con el pico rojo y las patitas rojas entraron por la rendijita inferior. Me quede quieta para que no se asustaran y salieran por donde habían entrado.



Se acercaron a la cunita y se quedaron, encima de un estante, mirando al niño. Uno de ellos, el más grande, bajó una leja más y comenzó a piar. Parecía decirle algo al otro que miraba desde la lejanía. Entonces me vieron. Volvieron a piar. Miraron al niño y, a continuación, salieron por el mismo lugar por el que habían entrado.



Pasé muchos años preguntando el nombre de aquellos pajarillos y, por fin, lo hallé. Son Diamantes Mandarines o Poephila Guttata. Eran preciosos y su actitud hacia el pequeño me encantó. Fue, espero, una señal positiva para mi hijo. Y desde aquí, con el regalo de una maravillosa semblanza, le deseo un Feliz Cumpleaños.





[caption id="attachment_711" align="aligncenter" width="300"]Diamante Mandarín Diamante Mandarín[/caption]

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