Limpiando el espíritu desde dentro

Limpiamos nuestra casa, nuestro cuerpo pero... ¿y nuestro espíritu? Cuándo eliminamos todo lo que nos sobra?



"La cara es el espejo del alma". Ya no es cierto. Posiblemente en otras épocas sí pero no, no es verdad del todo. La belleza puede ocultar grandes dosis de miseria espiritual. Precisamente cuanto más se necesita limpiar y embellecer la fachada peor es el interior. Sí que es verdad que ese brillo radiante de la paz interior y de la alegría limpia proveniente del espíritu embellece hasta el rostro más recorrido por la vida. Pero cuando es sincero y no si son el botox  o la cirugía estética los artífices.





Y por eso he dividido el post de ayer liberando a un alma tan limpia como la del niño, Saah Exco, de la carga que he llevado encima y que debo liberar a toda costa.  Esa carga que se nos enseñó a sufrir y padecer porque la sociedad lo pedía, la culpa lo exigía y las personas lo envidiaban. ¿Para qué sirve esa carga?



Los frutos de mi miseria
Tengo ganas de meterme en un agujero y no salir. Será porque he visto en lo que me he convertido y la realidad, la vida, me lo ha soltado de sopetón en la cara: "mira; ésa eres tú... no lo que te imaginas que eres".



Pero el caso es que yo ya sé lo que soy, cómo soy y en qué me he convertido.



No lo niego. Jamás lo he negado. Por eso intento mejorar, o cambiar o hacer todo lo bueno que esté en mi mano.



Pero debo de estar tan llena de basura que, por eso, no sale más que asquerosidad por todas partes: en mi entorno, en mi casa, en mi vida. Y cuando veo una estrella, una esperanza, me tiro a mí misma una paletada de barro o de nitrato de Chile: el el elemento que se usa para fertilizar las plantas. Aquello que veía, cuando era pequeña y paseaba por la Alameda de san Antón, cerca de Tentegorra, en una pared, en un cartel, con un señor tocado de un sombrero de ala anchísima sobre un caballo portando sacos. Ahora son de café pero, entonces, eran de nitrato.



Quizás fue por la curiosidad que me suscitaba.



También me gustaba mirar, muchísimo, la placa de la calle Marcos Redondo de Cartagena. Era toda de azulejo. Era preciosa. Fue lo primero que leí sola, de bien pequeñita, con tres o cuatro años. Luego cambiaron los azulejos y pusieron otra de diseño más moderno pero también me encantaba. Pues no me hice cantante lírica. Qué cosas. Se ve que lo negativo se implanta más en el corazón que lo positivo. Llega, incluso, a arrancarlo.



No sé qué hacer y ni siquiera lo voy a pensar. Creo que voy a poner la mente en off. Como una máquina. ¿De qué vale conservar los recuerdos? Los positivos sí, porque ríes, porque te encuentras con gente maravillosa y da gusto estar con ellas.



Pero vienen los otros. Esos que te ponen en tu sitio y que no hacen más que decirte que no salgas de ahí. Y en un aprendizaje machacón e impertinente, la vida no hace más que repetir: "sigue ahí, sigue ahí, sigue ahí, no pares, sigue ahí y ahora a ver qué haces. No se te ocurre salirte de tu sitio. Aguanta ahí porque es donde has de morirte".



Si lucho, malo. Soy una rebelde. Si no lucho, peor. Soy una cobarde. ¿Y si no hago nada? ¿Qué voy a lograr? Vivir el momento, sufrirlo, dejarlo pasar, correr, como la lluvia. Verlo caer, oprimir el corazón y desangrarlo como el Ébola.



Y, sí... entonces: vivir. ¿De qué sirve tener envidia? ¿Para qué soportar el rencor? Si la gente pretende dañar... ¿por qué recoger esa carga? ¿No es mejor liberarse de toda esa parafernalia inútil? Si un camino no es el adecuado... ¿Para qué seguir con él? Siempre hay vericuetos, atajos, que ayudarán a sortear dificultades y a solucionarlas. Sola, en compañía. Lo mismo da.



Mi vida es de Quien me la dió y a Él se la he de devolver. No es de nadie más. No tengo derecho a llenarla de fango viviendo situaciones inútiles que no sirven más que para despreciar este regalo de estar aquí, presente, junto a personas a las que amo. Si cuando me ofrecen un regalo lo cuido  y conservo con sumo cuidado... ¿qué estoy haciendo con la vida, el regalo con más valor que he conocido? ¿Qué dirá, el Ser que me la ha concedido, de cómo la he tratado o de qué he hecho con la de mi hijo?. Eso he de tener en cuenta.



Posiblemente gracias a haber valorado toda esta miseria, ahora sabré encontrar los pequeños rayos de luz entre las nubes, los sabré disfrutar y podré ir sacando brillo a los  obsequios más valiosos de la presente existencia. Por eso, por todo: gracias, gracias, mil gracias. Siempre, siempre. Gracias.



[caption id="attachment_465" align="aligncenter" width="300" class=" "]Espíritu Espíritu[/caption]





1 comentario:

  1. […] eso que soy una de las  personas más agrias, amargas y antipáticas que hay… Me es muy difícil pero, diariamente, pruebo a calmar mi […]

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