Saah Exco

No estamos lo suficientemente preparados para afrontar los giros de la vida. Saah Exco nos enseñó cuán miserables somos.



No dejo de pensar en cuánto se cambia. Cómo nos hemos transformado. Cuántas vueltas da el mundo y, también, nosotros. Es increíble. Me estoy desinflando como un globo. Es como si no hubiera querido mirar la realidad y ahora me cayera de cajón. Al menos que sirviera para adelgazar un poco...



Qué ciega he estado y cómo van cayendo de los ojos las legañas que se adhieren en forma de cáscara de cebolla. Si, a la postre, el mundo no va a girar de otra manera, no va a dejar de ser igual. Cambiarán cosas, aspectos, personas pero, siempre, volveremos a lo mismo.





La soledad de Saah Exco



Como esa criatura. El niño a quien nadie recuerda. Por el perro, Excalibur, todo el mundo se aflige. Del niño ni se ha enterado la mitad de la gente. Ese niño que murió solo, en la calle. Sin una caricia, sin un consuelo. Y, en las fotos, la gente lo miraba como a un apestado. Sí, un apestado del Ébola a quien ningún hospital quiso acoger en Liberia.



Sentado encima de su cubo. Desnudo. Fotografiado por toda la prensa. Nadie... nadie se atrevió a cubrirlo, a ponerse, aunque fuera, un protector anti ébola y darle algo para comer con la mano enguantada.  Cogérsela. Abrazarlo. Estar junto a él. Todos, eso sí,  rodeándolo para salir en la foto. Para eso no tenían miedo de estar con él.



Falleció solo, tirado en la calle. El perro tuvo muchísima más suerte que él. Con su manita ante la cara, resistió sólo el dolor. Se desangró. Solo. Sin ayuda. Sin nadie. Fue mucho más hombre que todos los varones del planeta y más persona que el resto de habitantes.



Él se encontró el bofetón de la vida, lo asumió y supo ser valiente. Con diez añitos afrontó solo la enfermedad, el rechazo, el odio, el ridículo, el dolor, el sufrimiento y la muerte. Eso es, aún, más vergonzoso para quienes vivimos en el, aparente, primer mundo. Nos debería de dar vergüenza.



Y aún hemos de dar gracias a esos palizones de la existencia. Si no, seríamos más bestias de lo que somos ahora.



En estos instantes estamos llenos de... es miseria. Nos rodea miseria. Somos eso que superó Saah: el dolor, la saña, el  malestar, la dejadez, el abandono, la negligencia, la inquina. El instituto seguirá advirtiéndome que mi hijo falta o deja de faltar.  Que lleva o no el material o si estudia o no o hace o no los deberes. Las vecinas seguirán enfadándose y protestando por los ruidos que ellas mismas provocan o por los olores que producen sin darse cuenta de que se miran ellas en mí, o en otras, como yo lo hago en o sobre ellas.



Medio planeta continuará fastidiando al otro medio por envidia, por ser más, por tener más, por parecer más. Porque falta dinero, posición, ego, fortuna, por caprichos, por llenarse los bolsillos, por ser más bellos, jóvenes, adorables e hipócritas. Por recrearse en su envidia y su  codicia y ser  más, y más... Poder más y más sobre los otros. Falta nos hace quitarnos la máscara de una vez. Y encontrar nuestros miedos, recelos, intolerancia, rencillas, apegos.... todo lo que nos hace sufrir y, por ende, inhabilita la convivencia social volviéndola parasitaria, recelosa, diplomáticamente hipócrita.



Vaya esta elegía por Saah. Un beso. Eres un valiente. Chapeau porque has tenido toda la dignidad que nadie, en este planeta, ha conocido. Aunque sea espiritualmente, te envío todo el cariño que pueda. Tú nos has mostrado lo que es realmente importante. Acabó, por fin, tu sufrimiento y eres un nuevo ángel. Negro, como los pedía Machín,  Pero de verdad. Te lo has ganado, campeón. Que disfrutes de todo el Amor Divino que ahora canta, contigo, en el paraíso.  Has  entrado por la puerta más grande que haya podido abrir san Pedro.



[caption id="attachment_313" align="aligncenter" width="300" class=" "]Besos para Saah Exco Besos para Saah Exco[/caption]

7 comentarios:

  1. Creo que puedo entender ese rompimiento interior que nos producen estos hechos, por lo menos que nos sigan rompiendo por dentro es síntoma que no estamos muertos, que no tenemos aún el corazón de piedra. Sobre estas cosas reflexionaba hace tiempo en un poema que titulé "LOS OTROS NIÑOS", que dan menos miedo a Occidente porque la muerte por hambre no es contagiosa.

    LOS OTROS NIÑOS

    Dejad que se acerquen
    No se lo impidáis

    Los niños de la calle
    Tus pequeños, tus pobres,
    Los que a ti se acercaban
    Los que no cuentan
    Los que no votan
    Los que no dicen nada
    Tus pobres niños

    Nos acusan, no obstante,

    Con queda voz sin queja,
    Con sordo llanto
    Con ojos casi muertos
    Que ven pero no miran
    Invadidos por moscas
    Que se beben sus lágrimas

    ¿Qué padre haría tal cosa?


    Nos han pedido pan
    Y solo tienen piedras en sus manos
    Nos piden huevos y pescado
    Y llenamos sus manos
    De ponzoñosas sierpes y alacranes

    ¿Que no somos sus padres?

    No busquemos excusas
    Todos, en verdad, somos
    Padres, madres y hermanos

    Niños de tu cruz

    No nacidos, gamines, explotados,
    Secuestrados, vendidos, maltratados,
    Soldados, drogadictos, y drogados,
    Refugiados, huérfanos, vagabundos,
    Hambrientos, enfermos, moribundos,

    Niños de dolor y espanto

    Los niños basureros, que duermen hacinados,
    Que inhalan pegamento, que no saben sus nombres,
    Que un día mueren solos, cubiertos de basura,
    Que nadie les reclama, que no existen,

    Los millones de niños inocentes
    Que siguen con tu cruz
    Y solo tú conoces por sus nombres
    Que ni uno solo quedará perdido
    Que tú les amas, porque me lo has dicho
    Y yo te creo, aunque lo entienda a medias

    Porque Tú eres mi Dios
    Y eres también su Dios
    Y sé que son tus preferidos
    Son tus niños queridos
    Tus pobres predilectos
    Tus bienaventurados

    Son tu rostro, que encuentro en mi camino,
    ¿Lo amo, lo beso, lo lavo y acaricio?

    Son tu cuerpo llagado, febril, enfermo,
    ¿Lo curo y lo refresco?

    Son tu cuerpo desnudo y aterido,
    ¿Lo arropo con cariño?

    Son tus ojos dolientes y cansados,
    ¿Les miro, al mirarles les amo?

    Son tu voz angustiada, que me llama,
    ¿Les escucho paciente y con agrado?

    Me duelen tus pequeños, cercanos y lejanos
    Que me sigan doliendo en las entrañas
    Que les siga teniendo en mí clavados
    Que les siga mirando
    Que les siga pensando

    Yo quiero que me miren
    Desde todos los sitios de la tierra
    Para que me perdonen

    Con sus ojos sin lágrimas
    Con su mirada triste y apagada
    Para que al fin me atreva
    A aguantar su mirada

    R.F.

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  2. Muchísimas gracias, Ramón. Si me lo permites lo puedo escribir en una tarjeta y colocarlo en un post dedicado a todos esos niños. Saludos.

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  3. Precioso post y preciosa respuesta Ramón. Bellísima tu poesía. Saludos y gracias a ambos.

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  4. […] juegues con los ángeles y con Saah, Néstor.  Otras personas te estarán amando allí como aquellas que conservan tu recuerdo en este […]

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  5. […] el peritaje. Pero en el tercer mundo se roba a las mujeres, a los hombres, a las familias, y se les asesina para, posteriormente, abrir una mina, extraer distintas materias para Europa o América del Norte […]

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